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HACIA LA MUDEZ
Sergio Espinosa apunta certeramente en este primer poemario hacia una destinación que requiere audacia: la mudez, ausencia de voz por imposibilidad o por negación. Lo que no sabemos es si, con ello, el autor quiere habilitar una definición en la que inscribir la tendencia de su dicción (que, en rigor, toda escritura es ineficaz en su esfuerzo por decir) o bien, aunque asumiendo esto último, pretende indicarnos qué territorio sonoro sucede al texto: el espacio que ya nada dice, porque ha dicho ya todo en su desarrollo. El libro se instala, en verdad, en esta última forma de la intensidad, donde cada verso ha pugnado por conseguirse a sí mismo, afónico, tratando de congregar voces cuya rítmica disposición a veces es conciliadora y atraviesa hilvanadamente las páginas, y otras adquiere forma de intercepción. Quizá la mudez sea esta intraducible forma de coherencia. En cualquier caso, con seguridad, Espinosa es ya un poeta que tener en cuenta.
Unai Velasco